Nació en Picada Galiciana, el 18 de octubre de 1950, y fue bautizada diez días después bajo el nombre de María Sofía. Muchos años después conoceríamos a esta niña, bajo el nombre de hermana Benedicta. Sus padres, Eustaquio y Sofía, habían nacido en Ucrania y, al conformar una familia propia, educaron a sus hijos siguiendo las tradiciones propias de su tierra natal: idioma, fe y costumbres. En el seno de su humilde hogar creció y aprendió valores muy claramente legados y, que la acompañaron siempre: tenacidad, trabajo, responsabilidad, valentía, humildad.
Uno de los principales impedimentos que dificultaron su escolaridad fue el hecho de que no hablaba el español. Recibió los sacramentos de la reconciliación y Primera Comunión en 1958 gracias a la catequesis impartida por dos religiosas basilianas a quienes admiraba: las hermanas Cecilia y Estefanía. Conocerlas, frecuentarlas y escucharlas, la motivaron de tal manera que junto a una de sus amigas (Lucía Makarchuk), se animaron a solicitar ir a estudiar al colegio Cristo Rey de Apóstoles. No le resultó nada fácil vivir lejos de su familia y, ya que ambas eran pequeñas aún para la vida religiosa, quedaron en el internado a lo largo de un año aproximadamente.
La ternura, paciencia y sabiduría de la Hermana Julia Rendich, su maestra de grado, le ayudaron a insertarse de a poco a la vida escolar y religiosa. Durante el tiempo de vacaciones, acompañaba en la catequesis a las hermanas basilianas, principalmente en las colonias, tarea que la satisfacía y llenaba de ilusiones. Se veía ya asomar su vida consagrada al servicio de la Iglesia, privilegiando siempre la labor con los más necesitados.
Al tener la edad de doce años, quedó huérfana de madre y seis años después falleció su padre. En 1965 ingresó al noviciado en Berisso siendo su maestra de novicias la hermana Anicia. El presbítero Jorge Melnyczyn, celebró su ceremonia de vestición y, un 30 de octubre de 1968 emitió sus primeros votos. Comenzaba así su extensa y prolífera vida consagrada. Viviendo en Flores comenzó sus estudios secundarios y cursó Ucranianística en la catedral Santa María del Patrocinio. En Berisso en el Instituto Canossiano terminó la secundaria y el terciario, recibiendo el título de profesora para la enseñanza primaria.
Los votos solemnes los profesó en la iglesia San Jorge, picada Belgrano, Misiones en presencia de las Madres, provincial Magdalena Mondrak y General Emelia Procopik. La Liturgia fue celebrada por el Eparca Andrés Sapelak y el presbítero Jorge Melnyczyn OSBM. Inmediatamente se une a otras co-hermanas y se dedican con verdadera pasión a catequizar a todos y en todo lugar. Junto a esta actividad pastoral, crece y se afianza en ella su otra vocación: la docencia. Fue maestra en diversos grados y colegios de la Orden como así también fue directivo y representante legal. Durante las décadas que van desde 1970 a 1990 trabajó arduamente como catequista en lugares que nunca la olvidarán: colonia Belgrano, Galiciana, Campiñas, Cerro Moreno, Indumar y a la vez acompañó el crecimiento y expansión del nivel secundario en el Instituto San Ceferino (San Vicente).
Fue en su apostolado en la colonia de Cerro Moreno donde yo conocí a las Hermanas Basilianas a través de su persona. De alguna manera, gracias a ella, hoy estoy aquí. Su entrega abnegada y sacrificada cautivó muchos corazones en ese lugar y fue un testimonio atrayente que motivó mí curiosidad y el entusiasmo por conocer esa vocación tan particular de entrega y donación completa al Señor.
En 1992 fue enviada a Roma para estudiar en Regina Mundi y a fines de ese año, por decisión de la Madre General recibe como destino Ucrania donde tuvo a su cargo novicias, catequesis en aldeas y estuvo al cuidado de niños sobrevivientes de las explosiones de Chernóbil, en los campamentos de Kiev. Durante su estadía en el país de sus ancestros pudo visitar aldeas y ciudades donde encontró a parientes suyos, con los cuales compartió momentos inolvidables y de profunda cercanía.
De regreso a Argentina trabajó en Bowen, en Posadas (Instituto San Basilio Magno) y de ahí nuevamente viajó a Ucrania, siendo principalmente catequista. Conoció otros países como España, Polonia y Suiza. Allí donde la enviasen, enfrentando desafíos y retos, logró ver crecer en sabiduría y en fe a cientos de niños y jóvenes. Fiel colaboradora de los talleres de Ucranianística participó de los mismos siendo formadora, chofer, cocinera y tantas otras funciones que desempeñó con alegría y entrega. Preceptora, bibliotecaria, responsable de varias comunidades, integrante del equipo de pastoral vocacional, administradora de la Casa de Retiros San Juan XXII (Salta), Consejera Provincial.
Así fue su vida: un ir y venir, permanecer y transitar… Intensa búsqueda y dulce descubrimiento. Hoy quienes te conocimos, quienes caminamos con vos, te dejamos partir de la realidad terrenal para que triunfante encuentres paz y bien en el Reino de los Cielos, allí donde descansan los justos y fieles servidores de Dios.
Haz peleado hasta el fin el buen combate, concluiste tu carrera, conservaste la fe. Ahora goza del banquete celestial.
Eterna memoria querida Hermana Benedicta!