Co-Fundadora de las Hermanas Basilianas en Argentina

Una persona que por su vida virtuosa fue elevada a Sierva de Dios, primer paso en el proceso de canonisación.

Podemos invocar a Dios pidiendo favores divinos por su interseción. Todo milagro obtenido con su ayuda será causa para seguir en el proceso del reconocimiento de su santidad.

Biografía
Nicolás Erdely y Juliana Arvaí, celebraron su boda matrimonial el 13 de mayo del año 1878, en una parroquia de Kozure en Yugoslavia, y
Dios los bendijo con doce hijos:  Cuatro fallecieron al nacer,  de los otros 6 uno fue sacerdote y  dos fueron religiosas. La familia Erderly eran respetables cristianos y se destacaban en el amor a Dios y al prójimo.
Su apellido evoca un origen croata porque las familias ucranianas que, por entonces, se radicaron en Yogoslavia – Kerestur debieron adoptar los apellidos de sus señores feudales.
En esa familia nació la Madre Serafina Sofronia el 10 de agosto de 1884. Fue bautizada el mismo día de su nacimiento en la Iglesia Greco-católica San Nicolás de los Milagros.
A los 16 años ingresó al noviciado de las hermanas basilianas en Slovita, Ucrania, donde reinaba tal espíritu de oración y disciplina que moldeaba en entrega a Dios, bondad, humildad y comprensión. Alli, el 21 de octubre de 1900, vistió el habito religioso, tomó el nombre de Sofronia y comenzó el noviciado canónico. El tiempo transcurrió muy pronto y el 2 de diciembre de 1901 hizo su entrega a Jesús emitiendo los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia.

Llega a la argentina en el año 1939 y se constituye en co fundadora de la Orden Basiliana femenina en esta tierra. Dios bendijo su misión y su obra floreció rápidamente.
Falleció el 14 de octubre de 1961.

Perfil espiritual 
Fue un persona muy justa, prudente y de gran discernimiento. Muy trabajadora. Amable, humilde, muy culta y gentil. Excelente pedagoga. Religiosa ejemplar. Extremadamente pobre y desprendida de los bienes terrenales; su habitación era tan pobre que cuando murió no había lo que repartir.
En las paredes de su celda habían un crucifijo, una imagen del Sagrado Corazón  y otra de la Madre Santísima; y en la entrada un benditerio con agua bendita, un costurero para zurcir la ropa, una cama, una mesita (escritorio), la Biblia y el rosario. Todo muy simple.
Fue muy obediente y pura de corazón, ideas  y sentimientos.

De atractivo  angelical.
Débil de salud, pero fuerte de espíritu.
De profunda oración contemplativa y absorta en Dios.

Desde niña se distinguía de las demas niñas y su piadosa madre decía: “mi hija no es parte de este mundo”. Sus compañeras que no comprendían su comportamiento, lo entendieron recien cuando ingreso al noviciado.
Formó su carácter según las enseñanzas de Jesús. Adquirió hábitos virtuosos, buscando las formas de brindarse la prójimo y, de un modo particular, a los más pobres y marginados.

Su fe
Según los testimonios quienes la conocieron la percibían con una fe inconmovible …esa fe demostraba especialmente en circunstancias difíciles, nunca se la escuchó quejarse. Frecuentemente decía: “Espero contra toda esperanza”. Ella vivía en la presencia de Dios y le urgía dar a conocer el amor Divino. No se desanimaba porque confiaba en la misericordia divina  y en la protección de la Madre de Dios bajo la advocación del Perpetuo Socorro. Frecuentemente advertía que el pecado es la mayor ofensa a Dios.
Ansiaba que todos proclamen a Jesús como su Rey.
La recuerdan como quien aunaba maravillosamente la contemplación y el celo por el trabajo llevando adelante difíciles proyectos.El secreto de su santidad es el amor

Su caridad llegaba al heroísmo.  Era frecuente oírla  hablar del amor a Dios y al prójimo. Su afirmación favorita era: “El secreto de la santidad es el amor”.

Amaba tanto a Dios que se ofreció como víctima de amor para reparar ante Dios los pecados de otros.

Siempre repetía: “mi Dios y mi todo. Jesús se Tú el alma de mi alma”.

Y cuidaba de que Dios no fuese ofendido incluso dentro del Monasterio, al que consideraba casa de Dios. Repetia: “Dios lo ve y lo sabe todo”.

Tenía especial devoción a la Eucaristía, fuente de toda gracia y del Amor de Dios. Con inmensa devoción se acercaba a recibir la Comunión y muchas veces se pasaba horas de rodillas frente al Sagrario en adoración.

Su exquisita caridad hacía que se preocupara constantemente por los demás, los de cerca y los de lejos. Sufria con los inmigrantes. Ella percibia las necesidades y problemas de los demás y trataba de  resolverlos. Se hacia querer mucho porque ella quería muchísimo.

Su bondad era una atracción o elevación a Dios. Sus consejos era sanadores.  Cada noche se la oía decir: “Te alabo  Señor por el día que he vivido”.

Madre

Publicado en Espiritualidad.

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